Durante años, se obsesionó con una idea. Empezó siendo la combinación de un simple sistema de ecuaciones con la dulce procastinación. Cuando quiso darse cuenta, los más complejos postulados de la física se hallaban ante él, a la espera de ser resueltos. Cuanto más lo pensaba, más retorcida se volvía esa idea. Podríamos decir que cuanto más quería descifrarla, más indescifrable se volvía. Había algo que fallaba, cogiese los cálculos por donde los cogiese. Un dato se le resistía, y sin él, no había manera de despejar esas despiadadas ecuaciones. Y lo único que hacía era añadir más y más, en su intento por hallar ese maldito dato. Ese puto dato de los cojones, como cariñosamente le llamaba. Leyó mil libros, investigó hasta la saciedad en busca de esa incógnita. Fueron varias las que intentaron ayudarle en su búsqueda, y muchas más en las que él buscó ayuda. Ellas le proporcionaban un nuevo dato, y muchas veces creyó haber encontrado la solución a su problema. Las ecuaciones se iban resolviendo, todo encajaba por fin. Pero cuando llegaba a las últimas, la matemática pura le daba un guantazo mostrándole un mal decimal, un signo contrario, cualquier cosa que le volvía a estropear los cálculos. Tantas veces estuvo tan cerca... A cambio, les escupía de nuevo su dato y se marchaba dando un portazo sin dejar siquiera una nota de agradecimiento. Sólo sentía frustración y enfado. "Panda de ineptas", pensaba él. "Si quieres un buen trabajo, hazlo tú mismo."
Se dio por vencido. Mandó a tomar vientos a la física y a la cálida tarde en la antigua Grecia, y se centró en un nuevo objetivo: no volver a pensar en el problema. Pasó años pensando en no pensar. Olvidó muchos de sus conocimientos adquiridos, y cada vez la solución a aquel entramado de fórmulas estaba más y más lejos. Perdió la fe y los zapatos, obligado así a caminar con los pies desnudos sobre los cristales rotos de su coraje.
Un día decidió darse un respiro. Pensar en no pensar era agotador, y decidió probar aquello que tanto practican los idiotas, que era directamente no pensar. Sucedió sin querer, de improviso, mientras ponía en práctica el dolce far niente. Su mente entonces pareció tener permiso para navegar por su inconsciente, y le llevó de nuevo a aquella ecuación inicial. Y de repente todo tuvo sentido. Ese dato que tanto la había amargado apareció bailando frente a sus ojos. El muy cabrón. Tanto tiempo buscándolo y siempre había estado ahí. ¿Por qué no había sido capaz de verlo desde el principio? Él sabía la respuesta. La mente sabe ocultar perfectamente las cosas que nos hacen daño, para luego mostrárnoslas cuando estemos dispuestos a aceptarlas.
I know that it's risky, a little unclear. But you should be with me, you should be here.