De un tiempo a esta parte venimos caminando bajo aguaceros de tinieblas. Lloviznando bajo cualquier paraguas grisáceo, encontramos a algún ente cabizbajo con ganas de toser, gritar, escupir o quizás solo carraspear. Fuera no llueve. Sólo en los paraguas. Cada ente se rodea de locuras tales que el propio Calígula se quitaría el sombrero ante ellos. Y no encuentran solución en los largos palíndromos que irremediablemente acaban por construir. De izquiera a derecha, de derecha a izquierda. Una y otra vez, mientas sus zapatos están cada vez más calados y oxidados por deshacer andadas que nunca tuvieron rumbo, y que de tenerlo, habría sido el equivocado.
El sol tiñe de dorado las copas de los árboles, pero todos están muy ocupados intentando arreglar las varillas de sus paraguas, soñando que aparezca en ellos un sol particular. Ingenuos socialmente retraídos, criaturas de las sombras con las pupilas tan dilatadas que parecen lunas.
Si sólo tirárais el paraguas.
Eres genial.
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