viernes, 23 de septiembre de 2011

Nada bueno ocurre después de las 2 de la mañana.

Ya lo decía Ted. "Chicos, cuando se acerquen las 2 de la mañana... Id a dormir. Las decisiones que se toman después de las 2 son siempre equivocadas".
La primera vez que ví ese capítulo dije "bueno, eso no siempre es así". Supongo que me refería a que no necesariamente pasaban cosas malas, porque hasta entonces no se habían dado demasiadas ocasiones para que yo tuviese que tomar alguna decisión de madrugada. Y no tienen por qué pasar cosas malas. Pero definitivamente, como se te plantee una encruzijada, la decisión que tomes va a ser la errónea. O igual soy más Mosby de lo que pensaba... Haciendo instrospección me he dado cuenta de que ninguna de las decisiones que haya tomado entre las 2 y las 8 de la mañana han sido las que hubiese tomado en otra franja horaria. Por otro lado, son cuestiones o situaciones que en general no se plantean fuera de ese horario... Supongo que es una cruel trampa del destino para hacernos caer como moscas.
No recuerdo una sola buena decisión que haya tomado en ese horario, especialmente en las últimas semanas. Me hubiese ahorrado bastantes disgustos si hubiese hecho caso a Ted. Decisiones que, al fin y al cabo, eran evitables. Hubiese podido irme a casa y dormir, o simplemente escabullirme y dejar pasar la noche. Pero decidí decidir.
Nos dejamos llevar por la emoción del momento, sacamos al niño impulsivo que llevamos dentro y lo dejamos actuar libremente -aunque sea para hacer cosas que nos obliguen a taparle los ojos y los oídos a ese pobre niño- según lo que pensamos que deseamos justo entonces. Y esa es nuestra gran perdición. Las decisiones que tomamos nos hacen ser quienes somos, nuestras circunstancias. Tomar las decisiones equivocadas... Qué deciros, suele ser nuestro pan de cada día, y no pasa nada por equivocarse, pero equivocarse demasiado acaba pasando factura. Contra ello parece que la mejor solución es dar un gran no por respuesta cuando te propongan salir de fiesta. Aunque eso implicaría perderse a muchos Elvis coreanos, y no creo estar dispuesta a renunciar a semejante privilegio... Digamos que otra opción es evitar tomar decisiones. Aunque eso ya es una decisión... Lo que decía, una cruel trampa del destino.

jueves, 22 de septiembre de 2011

19 días... y 500 noches.

Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks. En vez de fingir o estrellarme una copa de celos, le dio por reír. De pronto me vi como un perro de nadie ladrando a las puertas del cielo. Me dejó un neceser con agravios, la miel en los labios y escarcha en el pelo. Tenían razón mis amantes en eso de que antes el malo era yo; con una excepción: esta vez, yo quería quererla querer, y ella no. Así que se fue, me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas. Desde el taxi y haciendo un exceso, me tiró dos besos... uno por mejilla. Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa, a la perdición de los bares de copas, a las cenicientas de saldo y esquina, y por esas ventas del fino Laína, pagando las cuentas de gente sin alma que pierde la calma con la cocaína. Volviéndome loco, derrochando la bolsa y la vida, la fuí poco a poco dando por perdida. Y eso que yo, paro no agobiar con flores a María, para no asediarla con mi antología de sábanas frías y alcobas vacías, para no comprarla con bisutería, ni ser el fantoche que va en romería con la cofradía del Santo Reproche... Tanto la quería que tardé en aprender a olvidarla diecinueve días.... y quinientas noches.
Dijo "hola" y "adiós", y el portazo sonó como un signo de interrogación. Sospecho que así se vengaba a través del olvido Cupido de mí. No pido perdón, ¿para qué? si me va a perdonar porque ya no le importa. Siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga... y la falda muy corta. Me abandonó como se abandonan los zapatos viejos, destrozó el cristal de mis gafas de lejos, sacó del espejo su vivo retrato, y fui tan torero por los callejones del juego y el vino que ayer el portero me echó del casino de Torrelodones.
Qué pena tan grande, negaría el Santo Sacramento en el mismo momento que ella me lo mande.

viernes, 16 de septiembre de 2011

You're just a boy, Mickey

Y por fin vacaciones. A deshora, pero bien recibidas. Ahora toca descansar de una vez y... Decidir qué va a ser de mi vida. Pero para eso tengo un largo mes.
Por lo pronto, son las fiestas de Barajas y sólo pienso pisar mi casa para comer y dormir. Escribiría algo más allá que esta leve crónica del aburrido, pero para eso estoy DE VACACIONES. Fiesta, gente, fiesta. Como las que plasma aquí el amigo Cobra Snake.

The best piece of ass in this hole damn city.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Modo "American Psycho": ON

Se me ha olvidado ya lo que es tener vacaciones y no preocuparse por nada. Yo quiero mis vacaciones.

Me sale Hume por las orejas (literalmente... jejejeje)
Estoy hasta las narices de los apuntes de literatura que se contradicen.
Me tocan la moral los putos autores de la generación del 27, que eran ciento y la madre.
Me cago en Descartes, y me sobra mierda para Santo Tomás, San Agustín, y la madre que los parió a todos.
No sé de qué mierda iban los libros que me tenía que leer.

A la que termine selectividad, voy a hacer una hog... De hecho, para facilitar la comprensión, os he hecho un esbozo de mis planes:Espero haber sido lo suficientemente clara. Por cierto, soy yo con el pelo corto porque se me habrá incendiado con la emoción de la piromanía y llevaré una peluca cortita, por cambiar.

Recordadme que no vuelva a suspender para septiembre.

martes, 6 de septiembre de 2011

Aleatorio

La risa del que oye pero no escucha difiere enormemente con la del que escucha, aunque le cueste oír. El que oye y hace literalmente oídos sordos se ríe, no es una persona infeliz. Es más, al contrario. La felicidad del ignorante es además más fácilmente detectable que la del intelectual. El intelectual suele estar rodeado de un aura de incertidumbre, abrumado por la realidad, acongojado por la levedad del ser, o cualquier teorema mal resuelto. Por eso su risa es verdadera. Porque trata de entender el mundo en toda su complejidad, aunque no entienda ni por qué está pensando, pero se ríe de aquello que conoce o de aquello que quisiera conocer. El ignorante se ríe absurdamente de la vida, como si ésta se tratase de un mero repertorio de chistes obvios y mal contados. El ignorante oye, ya que no tiene la mente ocupada en otra cosa, pero una vez que la información llega a su cerebro elige las palabras que más le apetezcan y crea un nuevo chiste del que se mofa, si es que llega a hacer ese esfuerzo. El intelectual... Está tan inmerso en sus propias vicisitudes que le cuesta oír, pero cuando captas su atención te la dedica por completo y se ríe de lo reíble, y llora por lo llorable.


Y no encuentro una foto que pegue con esto, así que por primera vez NO PONGO FOTO (wo wo wo).
Y se lo dedico a Álvaro. Porque sí.