Y se fue. Con esta, ya sumaban doscientas veintitrés mil quinientas treinta y dos las veces que cerraba la puerta tras de sí.Ella se preguntaba por qué él seguía volviendo, y él por qué se seguía marchando. Destinados a no ser, pero a permanecer. Como dos líneas paralelas. Se preguntaban si realmente se unirían en el infinito, o si eso sólo era una teoría descabellada y cruel de los entendidos.
"Quédate" y "Quiero quedarme". "Vete" y "No pienso volver". No se decían nada más. No hacía falta. Lo demás se lo decían con la piel. A veces incluso la mirada les bastaba como único discurso.
La misma piel que sentían vacía cuando no se tocaban. Los mismos ojos que se empapaban y se secaban alternamente cuando no se veían.
Quizá ya se unieron una vez. Quizá las líneas paralelas no se unen en el infinito, sino que parten del infinito y nunca más vuelven a juntarse. Quizá eran ellos mismos el infinito. Quizá.