Me gusta el café cuando hace frío. Especialmente el del Starbucks -sí, sale carete-, más especialmente en el de la esquina de Velázquez con Juan Bravo, y sentarme en la ventana rollo americano a ver la gente pasar e imaginar historias divertidas sobre ellos. Me gusta acompañar ese café con un muffin de vainilla con trocitos de chocolate. No sé cómo consiguen que aunque se reseque por fuera, por dentro sea como un cachito de nube. Y me gusta la música que ponen. Un día me compraré ese Starbucks para mí sola.
De hecho, me gusta el frío.
De hecho, me gusta el frío.
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